martes, 16 de junio de 2015

Recordando a Jairo en su Sepelio - amadoucrosnoticias.blogspot.com -

Mientras unos cantaban, otros reían, otros rezaban, los más listos discurseaban, los más alegres bailaban y los más sentimentales lloraban.
El sepelio de Jairo, el Líder, era una mezcla de sentimientos encontrados de humanos que disfrutaron de la alegría contagiosa del ritmo de la música de salsa, de los chistes de cara é perro, el látigo, y el flaco de carrizal.
De la vozarrona de Jairo acompañada con el eco y la masterización la complicidad del control de turno parecía un trueno que se desparramaba por las ondas de radio Rumba y las otras emisoras en que desfiló y desfilaron sus programas, así como sus fieles oyentes.

 
La fiesta del líder, porque más que un sepelio en donde todo mundo anda acongojado, era una fiesta, en donde vimos a muchos imitadores de cara é perro echando cuentos, chistes, a otros más animosos bailando salsa. La excepción eran los familiares más cercanos, desde luego estaban apesadumbrados, no era para más, con zipote pérdida de ingresos.
Aún a la hora de sepultar a Jairo, y durante la homilía, el sacerdote oficiante, Jhon Jairo Betancourt, le endilgó un nuevo remoquete, otro más a los que ya tenía calificándolo del PASTOR DE LA SALSA, explicándole con ello a los presentes, esas cualidades de las cuales nuestro dios a la hora de nacer la persona, lo equipa, lo dota, le dá una capacidades bendiciendo a cada ser humano.
Eso fue lo que pasó con Jairo, vino dotado para el humor, la chispa, la salsa, y con esa misma alegría viajaba para el cielo a alegrar a los que ya se habían ido de primero. Entonces Jairo aquí en la tierra y allá en el cielo se conoció y conocerá como el Pastor de la Salsa, según el curato predicador.
También sirvió el entierro de este salsero, perequero y rumbero, para aprovechar y dar unas lecciones a locutores de cabina que ahora que son vulgares y tienen un lenguaje soez para con sus oyentes, lo que no fue Jairo.
Fue entonces que tomando el ejemplo de Jairo, Ventura Emilio Díaz, tomo la palabra en nombre de unos colegas y dijo: Jairo fue grande sin ser vulgar. Efectivamente, como lo dijo Ventura, “Jairo fue grande sin ser vulgar”. Esa mancha marchante de humanos así lo demostró, que un locutor de cabina sin las obscenidades de los locutores de hoy fue grande hasta los últimos días de su existencia y hasta perderse bajo cuatro metros de tierra abajo y tierra encima. Ese sepelio sirvió para darle una lección a quienes hoy con vulgaridades, con obscenidades, con vocabulario soez, quieren llegar a ser “famosos”.
Más que un sepelio, lo de Jairo Paba Salcedo, fue una fiesta, una fiesta de la salsa a las que todos los que asistimos, lo hicimos  gustosos para rendirle ese tributo de admiración. Hasta siempre, líder. Dedo arriba. Hay Más.- 

No hay comentarios:

Publicar un comentario